El asunto del que hoy trataremos es sobre la creciente intensificación de un cultivo como es el olivo. Un cultivo que ha pasado, en pocos años, de ser considerado como un agrosistema de manejo extensivo a una fábrica donde todo vale.
Creo que no hace falta introducir a nuestro protagonista. El olivo es conocido por todos como un árbol típico de los paisajes mediterráneos, que ha pasado a formar parte de la cultura y que tanto ha representado para los pueblos de nuestra geografía. Aún hoy podemos encontrar plantaciones de más de 1000 años e incluso árboles plantados en época romana.
Afortunadamente, aún hoy siguen predominando esas plantaciones de olivar tradicional, con un manejo más o menos extensivo, normalmente en secano. El problema surge cuando la agricultura moderna ha puesto el ojo en este cultivo creyendo que podía mejorar el modelo tradicional, empezando a intensificar el cultivo mediante el regadío, la mayor dosis de abonado y de tratamientos fitosanitarios y la total mecanización.
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Veamos qué ocurre al intensificar este cultivo
Es un principio de la agronomía el hecho de que para aumentar la producción de un cultivo hay que aprovechar al máximo la radiación solar, que es la que sirve a la planta para realizar la fotosíntesis. Y para aprovechar al máximo la radiación solar, técnicamente lo que hay que hacer es poner a las plantas muy cerca unas de otras, sin que se sombreen entre sí. Así se consigue, en el caso de los árboles, que la superficie de copas de los árboles cubra todo el terreno, que la intercepción de radiación solar sea máxima y, por tanto, que la producción aumente.

El caso es que los olivares tradicionales no seguían ese principio. No hay más que ver que en esas plantaciones la distancia entre árboles era muy grande, del orden de 10 a 15 metros. Curiosamente, mientras más seca era la zona donde se plantaban, más distantes se ponían los olivos. Y es que esta sabia práctica lo que buscaba era aprovechar el agua de lluvia, permitiendo que en zonas muy secas cada olivo pudiera explorar más superficie de tierra con sus raíces, permitiéndole sobrevivir a la sequía. Sin embargo, en zonas más húmedas, los árboles podían plantarse mas cerca unos de otros porque no había tanta competencia por el agua.
Pero, como decíamos, la intensificación de la agricultura también ha llegado al olivo, y ya hace tiempo que se está popularizando el llamado olivar superintensivo, basado en la plantación de los olivos en seto, a distancias de poco más de un metro entre ellos, dejando unas calles más anchas por donde pasará la maquinaria. Hemos pasado, entonces, de los 80-100 olivos por hectárea de las plantaciones tradicionales, a los 1500-2000 de las superintensivas.

Esto, como decíamos, hace que pueda haber más superficie de copa por hectárea, aprovechándose más la radiación solar y permitiendo mayores producciones. Lo que pasa es que esto no sale gratis, sino que para conseguirlo hay que aportar más agua, más abono y más tratamientos fitosanitarios. Veamos por qué.
La mayoría del agua que aprovecha el cultivo se pierde por transpiración, al realizar la fotosíntesis. Entonces, si hay más superficie de copa, de hojas, habrá mayor transpiración y, por tanto, el olivar demandará más agua, que habrá que aportar en forma de riego. Es por esto por lo que las plantaciones superintensivas o en seto están asociadas al riego.
Las empresas defensoras de esta técnica de cultivo defienden que es más sostenible y que utiliza más eficientemente el agua que el olivar tradicional en secano. Lo que no explican es que hablan de agua por tonelada de aceite y que, si bien el olivar tradicional produce menos por hectárea, lo hace gracias al agua de lluvia no siendo necesario el riego y, por tanto, dilapidar un recurso escaso.
Por otro lado, la vida media de estas plantaciones superintensivas no es superior a 15-20 años. De hecho, la producción crece hasta la 5º o 6º cosecha, momento en el cual el árbol empieza a envejecer y producir cada vez menos, porque empieza a haber una gran competencia entre árboles, un gran sombreamiento y una falta de inducción floral (proceso por el cual se forman las yemas de flor). Esto genera una falta de aireación y mayor humedad en el cultivo, lo que propicia la presencia de enfermedades que son tratadas mediante más tratamientos fitosanitarios.
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Y si estas plantaciones duran tan poco, ¿por qué alguien se aventura a hacerlas? ¿se gana realmente dinero?
Bueno. En primer lugar, el coste de plantación es mayor, por la mayor cantidad de plantas por hectárea que hay que plantar. También es mayor el coste de los insumos, pues ya hemos visto que son plantaciones muy demandantes en agua, abonado y tratamientos fitosanitarios. Sin embargo, estos olivos empiezan a producir aceituna muy pronto, y tienen unos años de gran producción.
El mayor coste que se ahorra este sistema de cultivo es el de la recolección, pues es toda mecanizada. Se realiza normalmente con unas máquinas cabalgantes que no requieren más que la presencia de una o dos personas.

La recolección de la aceituna con estas máquinas también motivó la prohibición de la recogida nocturna, que se llevaba a cabo hasta que las distintas administraciones autonómicas lo han ido limitando. Resulta que la recogida nocturna se llevaba consigo a innumerables aves que descansaban en los árboles por la noche y que, deslumbradas por los focos del tractor, no conseguían huir antes del paso de la máquina, que acababa con ellas.
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¿Por qué cuestionarse estas nuevas plantaciones?
Este nuevo método de cultivo resulta un enorme desperdicio de agua. Se presume habitualmente de realizar un gran ahorro de agua, de utilizar métodos de riego muy eficientes, pero la realidad es que cada hectárea de riego de olivar superintensivo requiere de unos 2000m3 por año o, lo que es lo mismo, de 2 millones de litros de agua de riego. Comparado con el olivar tradicional en secano, que solo requiere el agua de lluvia (por tanto, 0 litros de agua de riego por hectárea), resulta que este novedoso sistema puede poner aún más en peligro la escasa agua dulce existente.
Puede parecer exagerado, pero esto ya está ocurriendo en zonas como el Acuífero Aguas en Almería, donde se han plantado grandes superficies de olivar superintensivo que están acabando con el agua de este acuífero que tan importante es para muchas poblaciones de la zona (que se abastecen con su agua) y para ecosistemas tan diversos como los que se forman alrededor del rio Aguas, hábitat de varias especies amenazadas. Aquí os dejo un enlace para saber más.
También parece importante recalcar que corremos el riesgo de perder cultivos de olivos centenarios o milenarios movidos por esta agroindustria que es capaz de vender la aceituna a un precio muy bajo pues los costes de mano de obra son prácticamente nulos, haciendo competir a los agricultores de olivar tradicional en desventaja.

En el artículo “El olivar andaluz, ¿un bosque humanizado?”, sus autores ya avisaban de lo siguiente:
“La realidad es que las tendencias productivas en el olivar no parecen caminar por la senda de la sostenibilidad. Del olivar tradicional, extensivo en cuanto al marco de plantación y de arbolado de gran edad, hemos ido pasando a olivar intensivo en las últimas décadas y, más recientemente, prolifera la acelerada instalación de olivar super-intensivo en Andalucía, en el que el olivo se cultiva en seto con renuevo de planta en un par de décadas, no alcanzando realmente el porte arbóreo.
En muchas zonas, esta nueva práctica de cultivo está suponiendo el levantamiento de olivares centenarios e incluso la retirada de tierras de cultivo cerealista u otros usos. El mantenimiento de las producciones de estas ‘‘nuevas’’ plantaciones supone un incremento en la demanda de agua y fertilizantes, además de otros insumos, lo que va en la dirección opuesta a la disponibilidad de agua que predicen los distintos escenarios de cambio climático.”
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Vale. ¿Y qué puedo hacer yo? ¿hay alternativas?
Una buena solución pasa por averiguar el origen del aceite que comemos. Intentar consumir aceite proveniente de plantaciones tradicionales de secano, manejadas de modo que permitan el mantenimiento de una alta biodiversidad. Hay personas que ya están comercializando su aceite con ese valor añadido.
Los autores del anterior artículo que hemos mencionado han gestionado un proyecto muy interesante en este sentido. Hablamos del proyecto LIFE Olivares Vivos, desarrollado entre los años 2015 y 2020 en conjunto por la asociación SEO/BirdLife, la Universidad de Jaén, la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC) y la Diputación de Jaén. El proyecto tiene un sencillo objetivo: aumentar la rentabilidad del olivar mediante la recuperación de la biodiversidad.
En palabras de José Eugenio Gutiérrez, coordinador del proyecto: “gracias al LIFE Olivares Vivos se ha diseñado un modelo de olivicultura que funciona: recupera biodiversidad, no disminuye la productividad y aporta valor añadido a los AOVE producidos en estos olivares vivos. Una vez testado el modelo y ultimado el Reglamento de Certificación, cualquier olivicultor puede certificarse en Olivares Vivos. Se trata de meter la biodiversidad en la cuenta de resultados de sus olivares.”
En el proyecto, tras monitorizar la biodiversidad de 20 olivares demostrativos (en que se iban a llevar a cabo medidas de restauración de la biodiversidad) y otros 20 olivares control, desarrollaron una serie de acciones que permitían incrementar esa biodiversidad. Acciones como el mantenimiento y la gestión de las cubiertas vegetales en el olivar, revegetación de las zonas improductivas del olivar mediante la plantación de especies autóctonas, construcción de charcas, colocación de cajas nido,…
Tras el desarrollo de estas acciones, se volvió a estudiar la biodiversidad de las parcelas, sirviendo esto para la determinación de las acciones que más contribuían y de los indicadores que mejor medían la biodiversidad.
Todo ello ha permitido la creación de la marca de garantía Olivares Vivos, que servirá para que los olivareros interesados se acojan a ese distintivo, previa restauración de la biodiversidad de sus parcelas.
Proyectos como éste nos hacen mantener la esperanza de que un olivar vivo es posible.
Por si os interesa, os dejo aquí abajo una presentación de los resultados de recuperación de la biodiversidad del proyecto Olivares Vivos, que tendrá lugar el martes 23 de marzo a las 10:00.
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BIBLIOGRAFÍA
El olivar andaluz, ¿un bosque humanizado? Revista ALDABA nº 41
Me han parecido fantásticos los objetivos que se han marcado con el proyecto LIFE Olivares Vivos. Ahora que se le da mucho más valor a lo ecológico y saludable, es importante poner el foco en la calidad de estos cultivos y sus frutos. Espero que les vaya genial y que consigan todas sus metas. Les seguiré de cerca porque no les conocía. Saludos